Siempre he querido que mi madre se llamase Soledad, así como en los pueblos se suele decir, mira aquí viene el hijo del carpintero o por allí va la hija de la carnicera, ya se sabría muy tempranamente cuál iba a ser mi destino.
No por suerte me llamaron Gracia y la cuestión es que no tiene ninguna, porque por lo visto los nombres no avisan y son traidores.
“A mi madre no puedo, pero yo cambiaré el mío, sino y nombre tienen que ir unidos”