12/1/11

Nada distinto a lo normal

Entro por la puerta y te pregunto:
- ¿Qué tal el día?
Respondes:
-Nada distinto a lo normal.
Tienes 70 años; pienso que probablemente te hayas levantado a la misma hora de siempre, a las 7:00, un poco antes que yo que seguía dormida y apenas te sentí, después de la ducha te vestiste y fuiste a comprar el periódico, desayunaste en algún bar de a los que siempre vas y diste un paseo para terminar comprando el pan y volviendo a casa con la suficiente hambre como para preguntarte si te la quitaría un poco el hecho de empezar a poner la mesa y colocar ingredientes a la espera de que yo llegue a cocinar, porque hoy me toca a mí, porque antes de salir por la puerta en busca de mis amigas, que me vienen a recoger a la misma parada de autobús desde hace más de 10 años, te hice prometer que hoy comeríamos pescado al horno aunque a ti te gusten las verduras a la plancha y me respondiste, “ Pues te encargas tú” con uno de tus gestitos de desprecio. Cuando llego a casa me sonríes, a mí ya se me ha olvidado nuestra no-pelea gastronómica, cuando hablamos de menús te tengo que seguir como un perro lazarillo, tú mandas, pero hoy quise dorada con patatas y gané por descontado. A la cocina me sigues y allí con un vasito de vino empezamos el ritual que tanto nos gusta y que llevamos repitiendo, se puede decir, toda la vida, nunca nos cansa, cocinar, hablar, y mirarnos mientras. Yo te amo. Somos felices con un vaso de vino, con una charla, con unos fuegos o un horno en marcha, la cocina nos puede, se está calentito, yo ya sólo quiero ser feliz y estar tranquila, tú sólo quieres que no suceda nada distinto a lo normal.

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Entro por la puerta y te pregunto:
- ¿Qué tal el día?
Respondes:
-Nada distinto a lo normal.
Tienes 30 años; pienso que probablemente te hayas levantado, vete tú a saber a qué hora, (yo salí por la puerta bien pronto), leíste la prensa tomándote un café soluble y mordisqueando un croissant que se te deshace en la boca como los ojos delante del ordenador cuando lees los correos que te escriben las chicas que conoces y a las que les dices que no tienes pareja. Un poco de prensa on-line y comienza lo que nunca se sabe si termina a los 5 minutos de haber empezado o sigue como tú me juras y perjuras toda la mañana, tu búsqueda de empleo. Luego un paseo al mercado, ya discutimos el jueves pasado y te dije que no lo puedo hacer todo y que lo que más me puede es llegar a casa y tener que volver a salir para hacer la compra, ante la evidencia bajaste la mirada y creí escuchar que decías “Pues voy yo” claro que, como siempre le  hablas al cuello de tu camisa, es difícil asegurarlo. Ahora cuando llegue me dirás que no te ha sobrado del dinero que había para llenar la nevera, iré a ver qué has comprado y estará medio vacía. Espero que hayas utilizado la otra mitad para hacer una mega comida romántica y que lo tengas todo preparado para pedirme perdón por tantas cosas...y yo lloraré y me dará igual todo, porque la verdad es que te sigo queriendo, aunque te hayas convertido en un parásito.
Cuando llego a casa me sonríes, a mí ya se me han olvidado nuestras peleas continuas, cuando hablamos te pregunto:
- ¿Qué tal el día?
Respondes:
-Nada distinto a lo normal.
Ya sé lo que significa eso, voy a la nevera y está vacía y el dinero, me dices que no sabes dónde estará, que vete tú a saber, mientras te fumas un cigarrillo y miras la tele, ya todo te da igual, y a mí también, ya no siento ganas de llorar, sino de que te vayas. Tengo ganas de cambiar de vida, te odio porque tú sólo quieres que no suceda nada distinto a lo normal.